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Cuál es el mejor edulcorante para los diabéticos?

Cuál es el mejor edulcorante para los diabéticos?

Ha habido (y sigue habiendo) muchos debates sobre cuál es el mejor edulcorante para diabéticos, pero hasta la fecha ninguno ha sido retirado por la autoridades sanitarias, ya que ningún estudio ha podido demostrar que sean dañinos o especialmente perjudiciales. Por tanto, si se comercializa se puede tomar. PERO.

Mejores edulcorantes para diabéticos
La stevia (o estevia), la sucralosa, la tagatosa, el aspartamo, el ciclamato y la sacarina, no aumentan la glucemia ni son calóricos, por lo que son mejores. Nosotros recomendamos, una vez más, el uso de stevia, sucralosa y tagatosa por ser naturales y no alterar la glucemia ni provocar problemas digestivos.

Peores edulcorantes para diabéticos
El sorbitol, el manitol, maltitol, lactinol, y el xilitol se producen a partir de azúcares naturales como la glucosa y la fructosa, con lo que su absorción es menor (pero es), y su consumo debe ser controlado porque pueden incrementar la cantidad de glucosa en sangre (glucemia) y provocar problemas digestivos.

La miel, la panela, el azúcar integral, azúcar moreno… aunque sean edulcorantes más saludables que el azúcar refinado, no los recomendamos porque están compuestos por azúcares y elevan nuestros niveles de glucosa en sangre.

Muchos edulcorantes se presentan mezclados entre sí para potenciar los sabores o mejorar su consistencia, por lo que si queremos saber exactamente qué estamos tomando, debemos leer la composición en el envase que hayamos comprado.

Obesidad infantil: un problema de mayores

Obesidad infantil: un problema de mayores

El sobrepeso de la población infantil se ha duplicado en los últimos 35 años y representa un grave problema de salud pública.

Cuatro de cada diez niños en los paises desarrollados tienen sobrepeso u obesidad. Esta patología, que se define por la acumulación excesiva de grasa corporal, no pasa por una cuestión estética o de imagen; va mucho más allá. La obesidad dispara el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, problemas locomotores y diabetes de tipo 2. También entre los niños. Se trata de una patología que provoca difi cultades respiratorias, un mayor riesgo de fracturas e hipertensión, resistencia a la insulina y marcadores tempranos de enfermedades cardiovasculares. La “enfermedad de enfermedades”, como es conocida, favorece que los niños padezcan dolencias de adultos.

La obesidad, por supuesto, no es nueva, pero su incidencia se ha extendido y agravado en la infancia. Si en 1985 el 15% de los niños presentaba sobrepeso, hoy son casi 5 de cada 10. Según el último informe Aladino, publicado en 2020, el 40% de los pequeños de entre 6 y 9 años tiene sobrepeso, su prevalencia aumenta con la edad y afecta especialmente a los hogares con menos recursos. Pero no solo a ellos. La evolución creciente de la obesidad infantil acompaña una tendencia global que se observa en casi todas las regiones del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hay más de 380 millones de niños y adolescentes con este problema, y cifra en 41 millones los menores de 5 años que presentan obesidad, un dato que podría casi duplicarse para 2025 de continuar como hasta ahora.

¿Qué hacer para remediarlo? ¿Cómo se ataja y corrige un problema que ha sido catalogado por la propia OMS como “la pandemia del siglo XXI” debido a su alcance y su gravedad? ¿Se conocen estrategias que hayan dado resultado?

La obesidad es un problema multicausal y de gran complejidad. No se resuelve ni agota con frases hechas ni con ingenuidad. La obesidad infantil es un problema de salud pública muy grave que debe abordarse como lo que es: un enorme desafío comunitario. La expresión “comer menos y andar más”, que coloca la responsabilidad en las personas –en este caso, en los niños– se antoja insufi ciente para afrontar un escenario que tiene múltiples capas y actores. Todo empieza en casa: los adultos somos conscientes de la amenaza, pero no siempre aplicamos este libreto a la hora de elaborar su menú: el ritmo de vida y el engorro de decidir cómo alimentar día a día a los menores nos lleva a conformarnos con darles productos fáciles de conseguir y cocinar y –a veces– poco saludables.

Esa mala alimentación y la falta de ejercicio son los precursores más conocidos, pero no los únicos. El poder adquisitivo, el tiempo para cocinar, el barrio o pueblo en el que vivimos y las relaciones sociales, el acceso a especialistas en dietética y nutrición, los comedores escolares, la publicidad de alimentos insanos dirigida a los más pequeños, la oferta creciente de productos ultraprocesados, el sedentarismo, la genética, los modelos de ocio y los ejemplos que damos los adultos son también factores que inciden en esta patología.

¿Qué dicen las últimas investigaciones? ¿Mejoraría el panorama si hubiese nutricionistas en atención primaria? ¿Es preciso erradicar la publicidad de los ultraprocesados? En plena era de noticias falsas, ¿qué se puede hacer para aumentar la información fiable y de calidad sobre alimentación? ¿Son los padres responsables de la obesidad de sus hijos? ¿Deben mejorarse las políticas públicas? Para conocer en profundidad cuáles son las catapultas de la obesidad infantil, hay que saber qué se está haciendo y, sobre todo, qué más se podría hacer.

Sindrome De ‘Vaciado Rapido’ (Dumping)

Sindrome De ‘Vaciado Rapido’ (Dumping)

Alimentos que pueden ser difíciles de tolerar

  • Pan
  • Derivados de la leche
  • Pastas
  • Alimentos grasos o fritos
  • Caramelo, chocolate, cualquier alimento y bebida azucarada
  • Bebidas carbánicas (sodas, agua mineral)
  • Cereal del salvado y sus derivados
  • Maíz, habas enteras y chicharos
  • Frutas secadas deshidratadas
  • Coco


Textura del alimento
Todos los alimentos que usted come deben tener la consistencia apropiada para evitar daño a las suturas y para evitar molestias en la abertura pequeña entre su estómago y sus intestinos.

El estrés da hambre?

El estrés da hambre?

Es un dato de hecho: casi ninguno de nosotros come tan sólo para satisfacer el hambre biológico.
Pero si comes demasiado y muy deprisa, es probable que se trate de estrés, aburrimiento, rabia o frustración, derivadas a menudo y cómo no, al ritmo de trabajo y la vida demasiado rápida y absorbente.
El hambre por estrés es una necesidad de tomar alimentos de manera descontrolada, independientemente de la sensación de hambre y de la saciedad. Por decirlo de alguna manera: mezclar emociones y comida, y usar esta última para afrontar las emociones.

Debido al hambre por estrés, llamada también eating emocional, se come rápidamente, a menudo pasando del dulce al salado, fuera de las comidas naturalmente, y sin tener conocimiento de lo que se come, de las cantidades, ni de la sensación de hambre y de saciedad, que regulan el principio y el final de una comida.
Una forma de hacerse daño, causado por las reacciones del organismo ante situaciones vividas de manera muy estresante. Las reacciones principales ante sentimientos de este tipo pasan de la inapetencia en los individuos altamente adrenalínicos para los que el estrés causa adelgazamiento, incluso extremo al exceso de hambre en los individuos cortisónicos, tendentes a engordar.

¿Qué es el Estrés y cómo puedo combatirlo?

Los Impulsos
Desde el impulso "inocente" del picoteo, el del disfrute de una pieza de chocolate fuera de "horas"... hasta el del atracón compulsivo que se da en algunas personas, existe una amplia gama de sensaciones que abarcan desde el deseo a la necesidad imperiosa, vital y no refrenable del acto de comer. ¿Por qué comer si a veces se dice NO querer y no puede dejar de hacerse? ¿Por qué comer y NO hacer otra cosa? ¿Por qué extraña a unos cuantos esa manera de actuar y a otros hace sentir mal y llegar a enfermar?.

Es cierto que el individuo necesita obtener energía a partir de los alimentos que el medio le proporciona, pero también observamos que come porque tiene "ganas" de hacerlo y con ello obtiene "placer".

En momentos muy tempranos de la vida, tal como demuestran desde hace años las escuelas dinámicas en lo referente a la estructura psíquica del individuo, esta necesidad ligada a la autoconservación de la persona pierde su valor y puede observarse que el individuo deja de comer por hambre. Ha aparecido en algún momento la demanda, vinculada a la relación del individuo con la madre ( no necesariamente la biológica) y al don que tiene ella de dar o no, con sus idas y venidas, haciendo que el niño pueda llamar a la madre, pedirle, demandarle... Tiene lugar la demanda y con ello la posibilidad de que el individuo se constituya como persona. Esta demanda es posible ya que el individuo utiliza un lenguaje (con todo lo que dicho proceso evolutivo conlleva) que va articulando también la movilización de los afectos más profundos del cuerpo; entonces la demanda por parte del niño de ser alimentado no va a relacionarse sólo con la necesidad "nutricional" sino que también lo va a estar con la experiencia de vínculo a otro. En algún momento se produce la experiencia de satisfacción que cancelará, por ejemplo, el estímulo interno (en el caso del niño, por el cuidado ajeno) de hambre.

Estas experiencias (necesidad, excitación, demanda, satisfacción) dejarán huella en la memoria y en consecutivas veces las imágenes o situaciones que provoquen la reaparición de la excitación, debido al enlace establecido, suscitará una acción psíquica para restablecer la situación de satisfacción.

Necesidad
Si buscamos el significado de la palabra necesidad en un diccionario encontraremos que hace referencia a algo imprescindible o necesario; así como habla de un impulso irresistible; de la falta de lo necesario para vivir o de un peligro o situación difícil que requiere una rápida ayuda, estados de insatisfacción conscientes debido a un sentimiento de falta que no excluyen la parte inconsciente que hay en el placer que, como vamos viendo, está vinculada a experiencias más profundas.

Dado que el hambre representa el Estrés original, la respuesta alimentaria proporcionará el prototipo de las reacciones y respuestas que podrán provocar la desaparición de tensiones internas, por lo que las actitudes maternas en los primeros meses de vida guardarán una relación directa sobre las características psíquicas del individuo. El elegir un tipo de respuesta relacionada con la ingesta de alimentos, en lugar de otra, va a depender de variables internas relacionadas con la persona (como la calidad de determinadas fijaciones libidinales, la prioridad del principio del placer -todo y ya, sin valorar las consecuencias-, frente al de realidad -capacidad para aplazar y relativizar-), y de unas variables externas, relacionadas con el medio ambiente (abundancia, escasez, accesibilidad... ).

En lugar de asaltar la heladera y comerte todo lo que haya, en vez de comprar todos los chocolates disponibles o pedirle a tus amigos que traigan golosinas al grupo de estudio, prueba lo siguiente:

• Distribuye los alimentos en seis comidas diarias (en vez de tres) y fija horarios razonables. Lo importante es recordar que no se pueden hacer seis comidas completas, sino seis medias comidas, lo que equivale a las tres comidas completas que habitualmente consumes.
• Si en medio de una guía quieres comerte un chocolate, ponte como meta terminar la guía y responder una ronda de preguntas antes de hacerlo. Prémiate, pero antes concéntrate en el estudio.
• Disminuye el tamaño de las golosinas.
• Reemplaza los alimentos dulces o grasosos por frutas o vegetales.
Los azúcares simples y complejos son los principales responsables de las sensaciones de saciedad por lo que privarse de éstos conlleva al mal humor y a la necesidad de dulces. Para evitar que la situación se agrave, es por tanto necesario remontarse a las causas, evitando imponerse regímenes restrictivos que nunca se cumplirán, y causarían después estrés ante el fracaso.

Separar la relación entre emociones y comida: este es el único método para ignorar el hambre por estrés, evitando las dietas impuestas por uno mismo, y restableciendo un adecuado equilibrio alimenticio. En los casos más drásticos es mejor dirigirse a un centro especializado en el tratamiento de los trastornos alimenticios.