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Mitos, presunciones y hechos acerca de la obesidad

Mitos, presunciones y hechos acerca de la obesidad

Existen muchas creencias sobre la obesidad que perduran sin tener evidencia científica que las avale (presunciones); algunas persisten a pesar de evidencia contradictoria (mitos).

Introducción

Muchas creencias sobre la obesidad persisten aunque no haya evidencia científica que las avale. Cuando las personas, en general los medios de comunicación y hasta los científicos apoyan creencias no confirmadas, las consecuencias pueden ser políticas ineficaces, recomendaciones poco útiles y asignaciones de recursos improductivas.

Los mitos son creencias que se toman por verdaderas a pesar de que hay considerable evidencia que las desmienten. Las presunciones son creencias que se toman por verdaderas y para las que no hay evidencia convincente que las confirmen o las desmientan. Los hechos son proposiciones respaldadas por evidencia suficiente para considerarlas empíricamente demostradas a los fines prácticos.

Los científicos reconocen que los experimentos aleatorizados son los que ofrecen la evidencia más robusta para efectuar deducciones causales. Sin embargo, admiten que en ciertas circunstancias (ej: cuando no es ético o posible efectuar un estudio aleatorizado), es necesario y apropiado deducir causalidad en ausencia de datos de estudios aleatorizados, controlados. Estas circunstancias raras veces se hallan en los estudios sobre obesidad. Es posible efectuar estudios aleatorizados de incluso los procedimientos más sensibles e invasivos con respecto a la obesidad. Por consiguiente, en este artículo se considera que una proposición es verdadera sólo si es avalada por estudios aleatorizados que la confirman.

Mediante búsquedas a través de Internet de literatura popular y científica los autores identificaron, analizaron y clasificaron mitos y presunciones relacionados con la obesidad. También examinaron hechos que están avalados por la evidencia, en especial aquéllos que tienen consecuencias prácticas para la salud pública, las políticas sanitarias o las recomendaciones clínicas.

Mitos

Mito 1. " Cambios pequeños y sostenidos en el consumo o el gasto de energía producirán cambios de peso importantes y prolongados".

Este mito se sostiene sobre la base de la regla de las 3500 kcal, que ya tiene medio siglo de antigüedad y equipara 450 gr. de alteración en el peso a una deficiencia o un aumento acumulado de 3500 kcal. Pero aplicar la regla de las 3500 kcal a casos en los que se hacen pequeñas modificaciones durante largos períodos trasgrede las presunciones del modelo original, que provienen de experimentos a corto plazo efectuados en hombres con dietas muy hipocalóricas (<800 kcal por día). Estudios recientes mostraron que la variabilidad individual afecta los cambios en la composición corporal en respuesta a los cambios en el consumo y el gasto calórico y los análisis indican cambios de peso mucho más pequeños que los de la regla de las 3500 kcal. Por ejemplo, mientras que la regla de las 3500 kcal indica que una persona que aumenta su gasto calórico diario en 100 kcal al caminar 1,6 km por día perderá más de 22,7 kg en 5 años, el verdadero descenso de peso es de sólo unos 4,5 kg, siempre que no aumente compensatoriamente su consumo calórico, ya que los cambios en la masa corporal alteran las necesidades calóricas del organismo.

Mito 2. " Fijar objetivos realistas para el descenso de peso es importante, porque de lo contrario los pacientes se frustran y adelgazan menos".

Aunque ésta es una hipótesis razonable, datos empíricos no indican una asociación negativa sugerente entre los objetivos ambiciosos y el adelgazamiento. En realidad, varios estudios mostraron que los objetivos más ambiciosos a veces se asocian con mejores resultados. Más aún, dos estudios mostraron que las intervenciones que cambiaban los objetivos poco realistas para mejorar los resultados produjeron expectativas más realistas, pero no mejores resultados.

Mito 3. "El descenso de peso importante y rápido se asocia con menor adelgazamiento a largo plazo que el descenso lento y gradual".

En estudios de adelgazamiento, el descenso de peso inicial mayor y más rápido se asoció con menor peso al término del seguimiento prolongado. Un metanálisis de estudios aleatorizados, controlados, sobre el descenso de peso rápido (logrado con dietas muy hipocalóricas) en relación con el descenso más lento (logrado con dietas hipocalóricas de 800-1200 kcal por día) al cabo del seguimiento a corto plazo (<1 año) y prolongado (≥1 año) mostró que, a pesar de que las dietas muy hipocalóricas se asociaron con un descenso de peso significativamente mayor al término del seguimiento breve, no hubo diferencia significativa entre ambas dietas con respecto al descenso de peso al término del seguimiento prolongado.

Mito 4. " Es importante evaluar la disposición para hacer dieta a fin de ayudar a los pacientes que solicitan tratamiento para adelgazar".

La buena disposición no pronostica la magnitud del adelgazamiento o el cumplimiento terapéutico entre las personas que se anotan para programas conductuales o que se someten a cirugía para la obesidad. Cinco estudios (con 3910 participantes; mediana del tiempo de estudio 9 meses) evaluaron las etapas del cambio (no exclusivamente la disposición) y mostraron un descenso del peso promedio menor de 1 kg y ninguna evidencia concluyente de adelgazamiento sostenido. La explicación puede ser sencilla- las personas que ingresan voluntariamente a los programas para adelgazar por definición están al menos mínimamente dispuestas a adoptar las conductas exigidas para bajar de peso.

Mito 5. " Las clases de educación física, en su modalidad actual, son importantes para adelgazar o prevenir la obesidad infantil".

No se ha demostrado que la educación física, en su modalidad habitual, disminuya o prevenga la obesidad. Datos de tres estudios centrados sobre mayor tiempo de educación física, indicaron que aún aumentando la cantidad de días de clase de educación física, los efectos sobre el índice de masa corporal (IMC) fueron contradictorios en ambos sexos y en todos los grupos etarios.

Mito 6. " La lactancia materna protege contra la obesidad".

Estudios con mejor control de los factores de confusión, así como un estudio aleatorizado, controlado, con más de 13000 niños que fueron seguidos durante más de seis años no proporcionaron evidencia convincente del efecto de la lactancia materna sobre la obesidad. Aunque los datos existentes indican que la lactancia materna no tiene efectos antiobesidad significativos en niños, tiene otros beneficios importantes para el lactante y la madre y se la debe promover.
Mito 7. Un episodio de actividad sexual quema 100-300 kcal por cada participante.

El gasto calórico de las relaciones sexuales se puede estimar tomando el producto de la intensidad de la actividad en equivalentes metabólicos (MET), el peso corporal en kilos y el tiempo empleado. Por ejemplo, un hombre que pesa 70 kg a una actividad de 3 MET, gastaría aproximadamente 3,5 kcal por minuto (210 kcal por hora) durante una relación sexual. Este nivel de gasto es similar al que se logra al caminar a paso moderado (unos 4 km por hora).

Presunciones

En lugar de describir exhaustivamente todos los datos relacionados con cada una de las seis presunciones, se menciona la mejor evidencia.

Presunción 1. " Tomar el desayuno todos los días en lugar de saltearlo, protege contra la obesidad".

Dos estudios aleatorizados, controlados, que estudiaron los resultados de estas dos modalidades no mostraron ningún efecto sobre el peso.

Presunción 2. "Los hábitos sobre la alimentación y el ejercicio que influyen sobre el peso durante toda la vida se aprenden en la primera infancia".

Aunque el IMC de cada persona tiende a estar en el mismo percentilo durante toda la vida, estudios genéticos longitudinales sugieren que esto puede ser debido principalmente al genotipo más que al efecto persistente del aprendizaje temprano.

Presunción 3. "Comer más frutas y verduras producirá descenso de peso o menor aumento del mismo, independientemente de cualquier otro cambio de conducta o ambiental".

Es cierto que el consumo de frutas y verduras es beneficioso para la salud. No obstante, cuando ningún cambio de la conducta acompaña este consumo, puede haber aumento de peso o ningún cambio del mismo.

Presunción 4. " Los ciclos de pérdida y recuperación del peso se asocian con aumento de la mortalidad".

Aunque estudios epidemiológicos de observación muestran que la inestabilidad en el peso se asocia con aumento de la mortalidad, estos datos probablemente se deben a confusión por el estado de salud. Estudios en animales no apoyan esta asociación epidemiológica.

Presunción 5. "Comer entre horas contribuye al aumento de peso y la obesidad".

Estudios aleatorizados, controlados, no apoyan esta presunción.

Hechos

Además de los mitos y las presunciones, lo siguiente se sabe con seguridad:

1- Aunque los factores genéticos son importantes, herencia no es destino; cambios moderados del entorno pueden ser tan eficaces para favorecer el descenso de peso como los mejores fármacos.

2- Las dietas (disminución del consumo calórico) son muy eficaces para adelgazar, pero tratar de hacer dieta o recomendar a alguien que se ponga a dieta no es tan eficaz en el largo plazo.

3- Independientemente del peso o del descenso de peso, aumentar el ejercicio mejora la salud.

4- La actividad física o el ejercicio en cantidades suficientes ayudan al mantenimiento prolongado del peso

5- La continuación de condiciones que favorecen el adelgazamiento favorecen el mantenimiento de un menor peso.

6- Para los niños con sobrepeso, los programas en los que participan los padres y el entorno familiar favorecen mayor adelgazamiento o mantenimiento del peso

7- Proporcionar comidas estructuradas y emplear sustitutos alimentarios favorecen mayor descenso de peso

8- Algunos fármacos pueden ayudar a los pacientes a lograr un descenso de peso significativo y a mantenerlo mientras continúa su empleo

9- En los pacientes apropiados, la cirugía bariátrica produce adelgazamiento duradero y disminuye las tasas de casos nuevos de diabetes y la mortalidad.

Los dos primeros factores contribuyen a establecer un marco en el que la intervención y las técnicas preventivas pueden ser útiles. Los cuatro factores siguientes son más normativos y ofrecen herramientas que se pueden transmitir al público como bien comprobadas. Los tres últimos factores son adecuados para el ámbito médico.

Consecuencias

Numerosos mitos y presunciones sobre la obesidad reflejan la insuficiente consideración de los diversos aspectos del equilibrio calórico, especialmente la compensación fisiológica de los cambios en el consumo o en el gasto. Algunos de estos mitos y presunciones implican el supuesto implícito de que no hay ninguna compensación fisiológica (ej: la regla de las 3500 kcal) o una compensación sólo mínima (ej: disminución de las comidas entre horas como medio para adelgazar). En otros casos, hay un supuesto implícito de sobrecompensación (ej: desayunar todos los días o aumentar el consumo de frutas y verduras como medio para adelgazar).

Los que proponen otras ideas no corroboradas no consideran que se quema cierta cantidad de calorías aún sin participar en la actividad en cuestión (ej: aumento de la actividad sexual). Además, los interesados no buscan los resultados de estudios a largo plazo, aleatorizados, que midan el peso o la adiposidad como parámetro de resultados. Por lo tanto, los datos presentados están plagados de evidencia circunstancial y no se informa que ésta no es convincente (ej: los beneficios del desayuno). Además, algunos tratamientos o estrategias de prevención sugeridas pueden funcionar bien (ej: aumentar el consumo de frutas y verduras), pero sólo como parte de un programa polifacético para el descenso de peso. La evidencia de que una técnica es beneficiosa para tratar la obesidad no es necesariamente evidencia de que será útil para enfoques demográficos preventivos y viceversa.

Saber y no saber

Numerosos sesgos cognitivos llevan a mantener creencias erróneas. Cuando los medios proporcionan abundante cobertura sobre la obesidad, muchas personas parecen creer algunos mitos (ej: adelgazar rápidamente facilita volver a aumentar de peso) debido a la exposición repetida a ciertas afirmaciones. La disonancia cognitiva quizás no nos permita abandonar ideas que son importantes para nosotros, a pesar de evidencia contradictoria (ej: la idea de que la lactancia materna previene la obesidad en niños). Igualmente, el sesgo de confirmación puede evitar que busquemos datos que refuten proposiciones que ya hemos aceptado intuitivamente como verdaderas porque parecen obvias (ej: el valor de objetivos realistas para adelgazar).
Afortunadamente, el método científico y el pensamiento lógico ofrecen maneras de detectar afirmaciones equivocadas y aumentar nuestros conocimientos.. Más aún, a veces nos conformamos con datos generados con métodos inadecuados en situaciones en las que son posibles estudios mejor diseñados, incluidos verdaderos experimentos aleatorizados).

Los mitos y presunciones sobre la obesidad analizados son sólo una muestra de las numerosas creencias de muchas personas, entre otros también los científicos, los periodistas y el público en general. No obstante, hay hechos sobre la obesidad que son útiles y de los que podemos estar razonablemente seguros. Mientras trabajamos para generar más conocimientos útiles, podemos en algunos casos avanzar con estrategias postuladas, pero no comprobadas. Sin embargo, como científicos, debemos ser siempre sinceros y honestos con el público acerca del estado de nuestros conocimientos y evaluar rigurosamente las estrategias no comprobadas.

Formas naturales de fortalecer tu sistema inmunológico

Formas naturales de fortalecer tu sistema inmunológico

Puede que últimamente hayas escuchado muchos comentarios acerca de tu sistema inmunitario y de lo importante que es fortalecerlo para ayudar a mantenerte saludable.

La realidad es que no hay una sola comida o suplemento que fortalezca tu sistema inmunitario por si solo. Desafortunadamente, tampoco puedes fortalecer tu sistema inmunitario contra el COVID-19 o alguna enfermedad en particular, pero sí puedes comer sano y vivir una vida saludable para reducir las probabilidades de enfermarte. También puede que termines siendo más delgado, fuerte, feliz y sano, así que ¿qué esperas?

1. Comienza una dieta más saludable
Tu cuerpo necesita vitaminas para funcionar correctamente, y la mejor forma de obtener vitaminas es comiendo una variedad amplia de alimentos saludables. Aquí hay algunas de las vitaminas y nutrientes que pueden protegerte, y dónde puedes encontrarlas.
La vitamina C es la que probablemente viene a tu mente cuando tienes cogestión nasal o sientes venir un resfriado. Aunque no hay evidencia de que la vitamina C evitará que atrapes un resfriado, puede que aquellos que consumen suficiente vitamina C regularmente no se enfermen tan severamente o por tanto tiempo. Obtén tu vitamina C de fuentes deliciosas como:

Frutillas
Papaya
Mango
Kiwi
Tomates
Pimientos

El zinc es otro nutriente que se piensa combate el resfrio común y te protege de la gripe. El zinc es necesario para el desarrollo de células del sistema inmunitario; si no recibes la cantidad suficiente, podrías estar en un riesgo mayor de neumonía y otras infecciones respiratorias. Algunos estudios han mostrado que consumir zinc al comienzo de una enfermedad puede ayudarte a curarte más rápidamente.
Puedes obtener una cantidad de zinc saludable por medio de:

Porciones normales de carne con poca grasa, mariscos, lácteos bajos en grasas, huevos, y pollo
Fuentes vegetarianas o veganas como nueces, semillas, tofu, frijoles, y lentejas

La vitamina D es esencial para ayudar a combatir enfermedades e infecciones. Si tienes una deficiencia de esta vitamina (y muchos la tenemos), esto podría incrementar tu riesgo de infecciones del tracto superior, incluyendo gripe y asma alérgica. Ya que la vitamina D actúa contra la inflamación, puede ayudar a aquellos que sufren de artritis o enfermedades autoinmunes como lupus, psoriasis o síndrome del colon irritable. Obtén tu vitamina D por medio de:

Pescados grasos como salmón, sardinas y anchoas (en moderación)
Huevos, especialmente la yema (no más de una al día)
Leche, cereal, jugo de naranja, y pan
¡El sol! No, no necesitas comerlo, pero pasar unos minutos durante el mediodía bajo el sol, varias veces a la semana, le puede ayudar a tu cuerpo a producir vitamina D. Asegúrate de usar protector solar, y proteger tus ojos.
Las especias se han usado como medicina y tratamiento alternativo por siglos, y muchas se han puesto a prueba por la ciencia moderna. Estas son algunas de las especies deliciosas que, usadas en cantidades moderadas, te pueden ayudar a proteger tus células:

Cúrcuma
Jengibre
Pimienta de Cayena
Canela

2. Muévete
El ejercicio regular, especialmente el ejercicio cardiovascular, fortalece las células de tu sistema inmune y reduce la inflamación para que tu cuerpo use sus defensas para combatir la infección. Otros beneficios del ejercicio son disminuir el riesgo de enfermedad cardíaca y diabetes tipo 2, mantener tu cerebro alerta y reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

3. Duerme bien
No dormir lo suficiente puede causar enfermedades, y la falta de sueño también está relacionada con el aumento de peso, la alta presión arterial y la depresión. La hora de dormir es el momento de tu cuerpo para repararse a sí mismo, y eso incluye la producción de células T que ayudan a combatir las infecciones. Para ayudar a que tu cuerpo y tu mente rindan al máximo, trata de obtener de 7 a 8 horas de sueño sólido e ininterrumpido.

4. No te preocupes
El estrés es malo tanto para tu cuerpo como para tu mente. Demasiado estrés, durante mucho tiempo, suprime nuestra inmunidad e inunda nuestro cuerpo con cortisol, que puede atacar nuestros glóbulos blancos y volvernos menos capaces de combatir una serie de enfermedades, incluido el cáncer. El cuidado personal regular, incluyendo el ejercicio, puede ayudarte a sobrellevar mejor el estrés.

5. Sé feliz
Sabemos que el estrés y la soledad pueden enfermarnos más. Aunque no hay evidencia sólida de que la felicidad fortalece nuestra inmunidad, ser feliz está relacionado con hábitos saludables, como comer más frutas y aumentar la actividad física. La felicidad también está vinculada a un menor riesgo de enfermedad cardíaca, y tiene un impacto positivo en nuestra percepción del dolor.

6. Recibe tus vacunas
Dejamos lo mejor para el final: recibir las vacunas de rutina es la forma más segura y efectiva de protegernos contra muchas enfermedades graves, como la gripe, el cáncer cervical y más. A pesar de que muchas vacunas han existido durante décadas, se realizan pruebas constantes de seguridad y eficacia, y se ajustan para que sean de mayor beneficio para la mayoría de las personas. ¡Las vacunas no son solo para niños! Contáctanos para conocer las vacunas apropiadas para tu edad.

Para que la actividad física funcione hay que cambiar la motivación

Para que la actividad física funcione hay que cambiar la motivación

¿Cuántas veces has comenzado una nueva rutina de ejercicio? ¿Cuántas veces has cambiado de actividad, has probado distintos horarios, diferentes días, y cuántas veces has abandonado el intento? Si mantenerte activo te parece una misión imposible, piensa que para mantenerte en acción necesitas tener una buena motivación.

¿Te has preguntado por qué fracasas al tratar de incorporar la actividad física en tu vida? Ya sabes que te hace bien a la salud, que te ayuda a prevenir enfermedades y hasta es posible que tu médico te haya indicado que, al menos, camines un poco más cada día. Todo esto te preocupa. Sin embargo, nada parece dar resultado a la hora de ponerte en movimiento. ¿Te resulta familiar?

Pues no es excusa para abandonar la causa, no eres la única persona a la que le pasa esto ni tampoco significa que no tienes remedio y que el ejercicio no es para ti. Por el contrario, todo es cuestión de que encuentres la motivación adecuada y te sientas a gusto con la rutina de ejercicios que escojas para que empieces a ver resultados positivos en tu cuerpo y tu salud.

¿Es eso posible? ¡Por supuesto!…pero no es fácil de lograr. Se necesita convicción, esfuerzo, perseverancia y constancia. La mayoría de las personas comienzan una rutina de ejercicios en busca de perder peso, o porque se ha dado un susto con su salud y el médico casi que lo ha obligado a ponerse en movimiento.

Sin embargo, quienes empiezan a ejercitarse así suelen abandonarlo pronto, sobre todo aquellos que al principio han puesto mayor esfuerzo y entusiasmo. ¿Por qué? Posiblemente, porque lo toman como una obligación y como no ven los resultados esperados a corto plazo, se frustran. Empezar con entusiasmo no es lo mismo que empezar por diversión.

Sí, por diversión. ¿Por qué vas al cine cada vez que puedes, o lees un libro, o te sientas a ver televisión? ¿Por placer no? Y si hacer ejercicios te aburre o te resulta tedioso, ¿por qué continuarías haciéndolo? Por obligación, claro, pero ¿cuánto puede durar el estimulo y el entusiasmo de ese modo, sobre todo si, como decíamos antes, no ves resultados rápidos a tu esfuerzo y sacrificio?

Algunos estudios han mostrado que lo que mantiene a la gente en movimiento depende de su edad, género y circunstancias de la vida. Así, por ejemplo, durante la adolescencia, si bien lo que encabeza las razones para ejercitarse es el atractivo físico, lo que parece mantener a los jóvenes activos es el alivio al estrés que obtiene con el ejercicio. Por otro lado, los adultos mayores suelen empezar por preocupaciones de salud pero continúan por las amistades que hacen y la participación en la comunidad a la que de otro modo no accederían.

¿Y a ti, qué es lo que te motiva? Prueba distintas actividades, todo va en gustos y a veces, cuando no conoces, puede que te lleve un tiempo descubrir qué te divierte y que de hecho te sientes mejor cuando lo haces. También es posible que necesites un tiempo para habituarte. Quizás al principio no te entusiasme mucho pero sólo es cuestión de que vayas aprendiendo a dominar tu cuerpo y los movimientos que debas hacer.

¿Cómo te darás cuenta de que al fin has encontrado la actividad física perfecta para ti?

Pues porque aunque te esfuerces, el cansancio no se sentirá como tal o no te importará sentirlo, no querrás faltar a tus clases o dejar de practicar el ejercicio y no te importará si llueve o hace frío.
¿Por qué? Porque será divertido y al final te sentirás mejor, más feliz, con más energías y fuerzas. Busca la motivación adecuada y verás entonces los cambios positivos en tu vida.P

La ansiedad

La ansiedad

La ansiedad es una vivencia universal. Surge en respuesta a exigencias o amenazas como señal para buscar la adaptación. Suele ser transitoria y percibida como nerviosismo y desasosiego, ocasionalmente como terror y pánico. Si se hace persistente, intensa, autónoma, desproporcionada a los estímulos que la causan y genera conductas evitativas o retraimiento, se le incluye entre los trastornos mentales 17 .

La ansiedad consiste en el conjunto de reacciones físicas y psicológicas que ocurren ante la presencia de un peligro. La respuesta de ansiedad se encuentra presente desde el nacimiento siendo un mecanismo natural con el que nacemos. La ansiedad no solo aparece por peligros externos y objetivos, sino también por otros de carácter interno y subjetivo, e incluso por miedos inconscientes.

La ansiedad normal surge en respuesta a exigencias de la vida cotidiana como realizar un examen, una operación quirúrgica, un despido laboral, por el riesgo de reprobar un semestre académico, entre otros.

Una amplia gama de enfermedades médicas puede producir síntomas de ansiedad entre las que se encuentran las enfermedades endocrinas, cardiovasculares, respiratorias,metabólicas y neurológicas.

El trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica se especifica como ansiedad generalizada cuando predomina la ansiedad o preocupación excesiva centrada en múltiples acontecimientos o actividades, con crisis de angustia si son estas las que predominan o con síntomas obsesivocompulsivos, si predominan las obsesiones o compulsiones

El comer, o más exactamente masticar, al suponer un gasto de energía y al implicar una forma de desgarrar y triturar
se transforma en una forma de reducir la ansiedad, lo cual es una forma rápida y pasajera para el alcance del paciente. Si el comer como recurso antiansiedad se transforma en algo habitual con el tiempo se aumentará de peso, incluso estableciendo en algunas personas un círculo vicioso donde la ansiedad se reduce comiendo, por ende aumentar de peso, y este aumento de peso genera un motivo de alarma, de preocupación, por lo que nuevamente aparece la ansiedad y una vez más se come como mecanismo compensador.

Cuando la causa que motiva la ansiedad no se identifica, la persona entra en un estado de ansiedad continua, que de forma muy frecuente alivia comiendo.

Entre los factores de riesgo para obesidad destacan los antecedentes familiares, bases culturales, sedentarismo y ansiedad, entre otros. Los obesos suelen presentar, además, características psicológicas que tienden a agravar su problema.


Criterios para el diagnostico del Trastorno de ansiedad generalizada.

A. Ansiedad y preocupación excesiva sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades que se prolongan
más de seis meses.
B. Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación
C. La ansiedad y preocupación se asocian a tres (o más) de los seis síntomas siguientes (algunos de los cuales han
persistido mas de seis meses:

(1) inquietud o impaciencia
(2) fatigabilidad fácil
(3) dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco
(4) irritabilidad
(5) tensión muscular
(6) alteraciones del sueño

D. El centro de la ansiedad y preocupación no se limita a los síntomas de un trastorno clínico.
E. La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social,
o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.
F. Estas alteraciones no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o a una enfermedad médica y no
aparece exclusivamente
en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.